Archive for enero 2008

Curioso aparato

enero 22, 2008

-Este aparatito puede guardarse en el desván, si no cruzamos los cables ni la encendemos adentro- Les prevenía el doctor Valle- porque si comunicamos el cable azul con el rojo y alguien tiene la imprudencia de oprimir “on”, la chispa será inevitable y los gases cumplirán con su voraz cometido. Ahora, si no tocamos los cabos e igualmente encendemos el aparato, la manifiesta radiación que expele se acentuará a niveles gravísimos, quedando atrapados en una marea activa que nos carcomerá hasta los huesos en cosa de instantes. Si en cambio solo unimos los cables sin oprimir “on”, generará una estática que convertirá al aparato en un potentísimo imán que tendrá un radio de injerencia de diez kilómetros, cosa que suena apocalíptica y que en verdad lo es. Pero si somos cautos y no echamos mano ni a los cables ni al encendido, la máquina se convertirá en un motor nuclear que magnetizará todo el entorno, incluso exterior, dejando las tierras infértiles y desmineralizando las aguas. Entonces es claro: El aparatito bajo ningún motivo puede guardarse en el desván.

El milagrero de Coyhaique

enero 17, 2008

Un viejo bueno, santurrón y medio, de la ciudad de Coyhaique, pieza mecánica abandonada del todo, tuvo el infortunio de fallecer en medio de una noche álgida, de huesos carcomidos, que a su avanzada edad le traicionaron en un aviento a la carretera, y tan pronto como reconoció ese desvarío motor, una camioneta lo embistió a toda máquina, lanzándolo en una parábola perfecta decenas de metros más allá. Sin aliento, y menos hombre que nunca, el anciano –querido en todo Coyhaique- fue sepultado en la miseria de sus chauchas, con un seguro muy rebuscado que la caja de compensación le otorgó a regañadientes, pero con la furibunda voz de un pueblo en su contra, exigiendo más que un entierro de pájaros para el viejo. La congregación se apostó en pleno. Muchos tal vez no lo conocían o no le quisieron conocer, pero su bondadoso carisma, esa máscara que evade lo peor de cada cual, y la bonhomía con la que se expresaba le hicieron ganarse el amor de la gente. Allí estuvieron, gente que le conoció de toda la vida, que supieron de él cuando apenas iniciaba sus treinta años lustrando zapatos, o a los cincuenta y algo, cuando ya sin recursos inició la indigna procesión de alzar la mano por dinero y una sonrisa en una de las esquinas más concurridas. Una lágrima, tal vez dos. Algo que se vea y se note la pena, no de su muerte, sino la lástima de que jamás enderezó el rumbo a lo que otros llamaban “vida”. El cajón hundido en la loza, la prédica del padre de turno y las exequias que terminaron tan solitarias, miserables como su propia vida.
Pero acá viene lo increíble, el hallazgo que lo hizo famoso por largo tiempo, y que de este hecho aún se habla con ciertas distorsiones propias del tiempo, exageraciones varias que por fin me permito, como primer y único investigador del mito, a transcribir sin puntos ni comas, para develarles la pura y santa verdad:

Se llamaba Casiano, de apellido desconocido. El anciano fue sepultado sin pompa y con un pálido recogimiento en su nombre, del que se lamenta pero no se siente. Se dejó con una losa fría que oficiaba de tapa de su nicho y pronto, abandonado. Coyhaique continuó en su abúlica vida de ciudad provincial, donde pequeños gestos son una maravilla y otros actos, valores patrios. La máquina giró sus ejes, movió sus engranajes por algún tiempo. Algunos dicen semanas, otros lo reducen a días. Otros fervientes dirán horas, pero tan poco tiempo es un tropiezo a la cordura y sensatez.

Casiano regresó, dicen. Que deambula por la carretera, dicen. Que lo han visto conductores de madrugada, dicen. ¿Pero quién lo ha visto? ¿Quién de nosotros ha visto a Casiano? Yo no, ¿tú? Entonces quién. Las voces hablan y lo señalan, que sigamos su huella, que visitemos sus lugares. Busquémoslo en donde no pueda estar y encontrémoslo, con tanto deseo de verlo, tal vez lo veamos. Casiano deambula. Nos mira de lejos al pasar y se disfraza de otros hombres para que lo dejemos vivir en su vida libre de muerto. Dónde estás, viejo querido, por qué te escondes, le rogaban. Día a día visitaban el cementerio y mirando al cielo, la plegaria de que el finado descanse en paz. ¡Qué se aparece en los sueños! ¡Que visita enfermos y los sana! ¡Casiano, hombre, por qué no te muestras!
Durante una tarde de flores que abrían sus bocas de colores, Casiano se apareció ante una multitud. Todos le miraron en ese paisaje bucólico, ornamentos cristalinos a pura agua, y verdes frescos agitando ramas. ¿El polen? El polen endulzaba el aire con un aroma de calor y buenaventura. Miró a los tantos que se hallaban petrificados ante la imagen espigada, ojos miel y muy sonriente. Una mariposa se posó en el hombre, después en sus manos, mostrándose como una pelusa amarilla que rápido emprendió el vuelo, y entonces alguien, arrebatado de sí mismo, se le acercó para tocar sus prendas. Al sentir la suave textura del lino, se arrodilló y abrió sus brazos.
-¿Eres el Mesías?- A lo cual Casiano volvió con la sonrisa más suave y delicada que hombre alguno había dedicado y acariciándole los cabellos le dijo.
-He vencido a la muerte, hijo mío, y he regresado, la plenitud del Hombre se ha encarnado en un solo ser, y con él y en él convertiré al antigua prédica en verdad, y las palabras que se añejaban cobrarán otra vez vida. Pero te pido, Eloí, te pido que no me llames Mesías, porque Casiano Espiritual ahora es más que carne y concierne en materias de alma y misericordia, pero siempre como Hombre y no esa deidad infranqueable, anteposición conceptual con la que algunos juegan y se hacen de buena vida en su nombre. Casiano Espiritual te bendice, pero eso de Mesías ofende a mi inteligencia de Hombre.- Dicho esto, Eloí se levantó para contemplar su hálito sagrado, que no era más que un claro de los árboles por donde se colaba el único rayo de sol de ese atardecer. El vivo se volvió hacia sus pares y alzando su brazo gritó.
-No trae palabras, no trae milagros, ni esperanza. No habla de Dios ni se hace llamar el Mesías, pero nos advierte de quienes se llenan la boca con el Señor para su propia conveniencia.- Casiano asintió satisfecho, su palabra era la verdad, pero Eloí agregó:
-¡Es hijo del demonio! ¡Viene a confundirnos y engañarnos! ¡A él!- Casiano Espiritual, etéreo y todo, recibió feroz paliza y una pedrada que lo dejó con su ventaja postmortem por el piso. Ya no era nada, había mordido el polvo de la ira del Hombre lleno de fe y gracia, lleno de Espíritu Santo, bendito, influjo directo de un Dios -quien con su acostumbrada irascibilidad registrada en mitos antiguos- le restregó por medio del Hombre todo su error. Qué importó que Casiano Espiritual haya resucitado, que conociera el insoportable misterio de la muerte, que se trataba de una persona superior por el solo hecho de haber vuelto. Que importó, si tocó las fibrillas más sensibles del hombre de fe. Amén por el hombre. Amén por la fe.

(13 de diciembre de 2006)

Lector a medias

enero 9, 2008

Pese a la hora punta y a que los vagones desbordaban en capacidad, un lector empedernido se hizo el gallardo entre tanto gentío y calzando su cuerpo como mejor pudo alzó su mano de la que colgaba un libro. Estación a estación su lectura era interrumpida a pisotones, estrellones y una que otra mirada oblicua.

En cierta detención de flujo capital, una señora imprudente lo empuja con fuerza y el lector que deja caer su preciado manuscrito. Y desde el piso, con sus mejores letras, el libro que conmina a su dueño y ofende a la vieja.